domingo, 18 de octubre de 2009




Hay noches como esta en que el tiempo de detiene, como cuando noviembre se me hace eterno…
Es entonces cuando me arranco del pecho el ramillete de jazmines que cultive en tu espera y afilo las tijeras para recortarte ese espacio que deje para ti.

Me concentro en esa rara sensación que me regala tu ausencia mientras pinto con crayones tu bendita presencia.

Doy vuelta las páginas de una novela de amor en busca de alguna receta infalible para solitarios corazones. Me impregno de letras ajenas, de finales felices que robo a escondidas y los hago míos al menos por un rato.

Te hablo sin que me oigas ni puedas responderme te susurro desde ese lugar desconocido al que llamamos alma y tatareo canciones que viajan con el viento.
Me emborracho con la idea de enamorarme de ti. Solo de ti. Y brindo en el aire por los dos.

Descubrí que por quererte estoy condenada a desvelarme cada madrugada y a tejer ilusiones que vuelvo a destejer cuando amanece. Que también soy capaz de borrar las huellas de los amores que no fueron para que cuando me veas me imagines sin pasado. Que puedo construir un puente que te acerque para que ya no existan excusas para no verme.

Conservo intacta mi esperanza y, por si te encuentro, coloreo mis mejillas frente al espejo y adorno con flores mi cabello, sacudo mis penas, plancho mis desengaños y remiendo mis vestidos cargados de adioses. Tramo un lazo de resistentes hilos que te anude a mi cuerpo y una declaración de amor que fulmine tus dudas. Elijo la ropa que pienso que va a gustarte y me sonrojo al pensar que tal vez prefieras mi desnudez.

Solo por si…. Es que hago que valga la pena pasar las hojas del almanaque en medio de la monotonía de los días. Porque tal vez, cuando estés de pie frente a mi, comprenda que cada segundo de este maldito insomnio valieron la pena.